Poco más tarde, un argentino, el arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, tuvo el honor de leer el último mensaje del Papa, en el cual hizo un llamado de atención a “la humanidad desorientada”.
Hoy también será un día decisivo, ya que se conocerá su testamento, cuándo será su funeral y, todavía más importante para todos, cuándo empezará la elección de su sucesor.
Ayer, todo fue dolor. En un ritual en el que por primera vez en la historia de la Santa Sede se admitió la presencia de cámaras de televisión, su cuerpo sin vida fue exhibido primero mientras se constataba su muerte, y luego, ante las máximas autoridades italianas, el cuerpo diplomático acreditado ante el Vaticano y la Curia romana, en la bellísima Sala Clementina del Palacio Apostólico.
Juan Pablo II murió anteayer luego de dos días de agonía y uno de los más largos pontificados de la historia (cerca de 27 años), y hoy será trasladado a la basílica de San Pedro para ser venerado durante tres días por millones de personas.
“El Papa estaba consciente, lúcido. Le agarré la mano, se la besé, y le dije una frase que ya le había dicho otras veces: «Santo Padre, uno daría la vida por usted». El movió los ojos, hizo un gesto con la cabeza, de reconocimiento de la persona. La cara me pareció tranquila, sin rictus. Era la cara de una persona enferma, sí, pero serena.”
El cardenal argentino Jorge Mejía, amigo personal de Juan Pablo II desde 1946, cuando compartieron los estudios teológicos en el Angelicum (una universidad pontificia, en Roma), anteayer por la mañana estuvo con el Pontífice por última vez.
