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La Presidenta estuvo horas junto al ataúd de su esposo para recibir el pésame del publico y personalidades

La Presidenta estuvo horas junto al ataúd de su esposo para recibir el pésame del publico y personalidades
Refugiada detrás de grandes anteojos oscuros, vestida de negro y acompañada casi todo el tiempo por sus hijos, la presidenta Cristina Fernández estuvo durante horas junto al féretro con los restos de su marido y antecesor en el cargo, Néstor Kirchner.
Entera, aunque por momentos no podía contener los sollozos, la jefa del Estado recibió allí los saludos de los mandatarios extranjeros que llegaron al país para presentar sus respetos pero sobre de la enorme cantidad de gente que desde temprano hizo colas de más de veinte cuadras.

A las 11.20, flanqueada por Máximo y Florencia Kirchner, la mandataria se hizo presente en la capilla ardiente ubicada en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos y permaneció de pie en ese lugar hasta poco antes de las 14 cuando se retiró para descansar alrededor de una hora en un salón cercano preparado a tal efecto.

A partir de ese momento y por el resto de la tarde, permaneció sentada al lado del ataúd. Su hijo no se separó de su lado, aunque Florencia, que esta madrugada llegó al país procedente de Estados Unidos donde estudia cine, permaneció en otro lugar de la Casa para descansar.

El gabinete nacional, con excepción de Amado Boudou, titular de Economía que se hizo presente recién pasadas las 16, estuvo desde temprano junto a la presidenta y luego se turnaban para atender asuntos de sus carteras.

El canciller Héctor Timerman se encargó, en nombre de Cristina Fernández, de recibir el saludo de los miembros del cuerpo diplomático.

Los primeros ciudadanos que ingresaron a la Rosada lo hicieron tímidamente y desfilaron en silencio frente al ataúd, Sin embargo, al correr de las horas, algunos se animaron a aplaudir, hacer la "V" de la victoria y a gritar Fuerza Cristina, Gracias Néstor. Sólo unos pocos profirieron frases contrarias al vicepresidente Julio Cobos como: "Andate Cobos, sos un traidor".

Aunque la orden fue no ingresar con banderas, fotos o carteles, la seguridad se relajó bastante y la propia presidente se levantó varias veces para recibir de manos de anónimos militantes un regalo, un mensaje, un libro y hasta una enseña argentina tejida que ella misma ubicó sobre el féretro.

La jefa del Estado, que por la mañana había recibido el pésame de los presidentes de Chile, Sebastián Piñera, José Mujica de Uruguay, Evo Morales de Bolivia y Rafael Correa de Ecuador, por la tarde se dedicó más al público.

Mientras mantenía la mayor parte del tiempo sus manos apoyadas sobre el ataúd con los restos de su marido, se levantó varias veces de su asiento para recibir el saludo de la gente, en especial cuando se trataba de alguien discapacitado.

Cuando llevaba ya varias horas en la capilla ardiente, llegó monseñor Justo Laguna, obispo emérito de Morón a quien Cristina Fernández abrazó emocionada. Laguna se hizo presente junto al titular de la Pastoral Social, monseñor Jorge Casaretto, y representantes de las iglesias cristianas ortodoxas.

También presentaron sus respetos dirigentes como Ricardo Alfonsín o Felipe Solá, aunque la cámara oficial -única autorizada para estar presente en el lugar- no registró la presencia del ex gobernador de Buenos Aires así como tampoco la de otros dirigentes opositores.

De todas maneras, fueron pocas las personalidades que lograron presentar su pésame en forma personal: la presidenta fue selectiva y entre los elegidos estuvieron el titular de la CGT, Hugo Moyano, Lidia Papeleo viuda de Graiver, Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto y Diego Maradona.

Los primeros en llegar a la capilla ardiente fueron la hermana del ex presidenta, Alicia Kirchner, y sus dos hijas, Natalia y Romina, en tanto el primer dirigente opositor en llegar a la capilla ardiente fue Francisco de Narváez.

La Casa de Gobierno, con su exterior e interior repleto de coronas y ramos de flores, lucía un aspecto inusual ya que las estrictas medidas de seguridad impedían el habitual desplazamiento de la gente, aunque no hubo protestas, incidentes ni quejas como es habitual en los actos públicos.

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