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Después de la final, el dolor de los Argentinos debe ser mayor

Después de la final, el dolor de los Argentinos debe ser mayor
El seleccionado italiano se consagró campeón del mundo sin haber mostrado en Alemania ser realmente el mejor de todos, pero llevándose al fin y al cabo lo que todos vinieron a buscar, lo que seguramente provocó -después de ver su juego- más bronca en los argentinos, porque quedó claro que al equipo de José Pekerman le sobraba categoría como para ser protagonista de la fiesta de este 9 de julio, en Berlín.
Lamentablemente en este mundial la pelota no fue feliz. No hubo grandes partidos, ni individualidades descollantes (dejando de lado a Zinedine Zidane, que es distinto a todos).

No hubo samba brasileña, Argentina quiso ofrecer algo más pero quedó en el camino y los equropeos demuestran día a día por qué sus ligas están llenas de jugadores latinos.

Por séptima vez en la historia de los mundiales se da que ningún seleccionado sudamericano es protagonista de un mundial. Ni siquiera hubo un representante latino entre los cuatro mejores.

Por segunda vez en la historia una final se define por penales, en las dos fue protagonista Italia, perdiendo en Estados Unidos con Brasil y ahora venciendo, en Alemania, a los franceses.

A las instancias finales llegaron cuatro equipos europeos, Francia, Italia, Alemania y Portugal.

Salvo los franceses, que tienen un toque latino en su fútbol, sobre todo porque Zidane parece nacido en Barracas y no en Francia, los cuatro equipos basan prácticamente todo su juego en lo colectivo, más allá de que en este juego siempre los que desequilibran son las individualidades.

Pero el sabor amargo quedará para siempre para los argentinos, porque el equipo de Pekerman, después de observar las semifinales y la final, demostró ser mucho más que los cuatro equipos europeos que llegaron a esa instancia.

Claro, los brasileños deben sentir algo parecido, por sus individualidades, pero el equipo de Carlos Parreira da la sensación que sobró el mundial y se quedó con las manos vacías, despidiéndose de la competencia sin llegar a acercarse a lo que realmente puede jugar.

Argentina fue el equipo que mejor jugó en este mundial, ningún equipo tuvo una actuación como la demostrada por los dirigidos por Pekerman ante Serbia y Montenegro.

Es cierto, sufrió por demás ante México y ese día, en la ciudad de Leipzig, pudo haber quedado fuera del mundial, pero lo salvaron sus individualidades, que para eso las tenía.

Es que la diferencia de equipo y de individualidades, algo que demostró en varios pasajes de esta Copa del Mundo, entre el seleccionado argentino y la mayoría fue abismal.

Pero Argentina no llegó, se quedó en el camino. Lamentablemente tenía todo para pasar al seleccionado alemán, pero confundió el camino en el momento clave de partido.

Pasará mucho tiempo para olvidar el error que cometió Pekerman en el encuentro ante Alemania, pero se sabe que hablar "con el diario del lunes" siempre es más fácil, más allá de que el mundo no entiende cómo Lionel Messi no tuvo más minutos en cancha y no ingresó en el segundo tiempo, en vez de Julio Cruz, para liquidar a los dirigidos por Jurgen Klinsmann.

Nadie sabe qué hubiera pasado si Messi (en su defecto Javier Saviola o hasta Pablo Aimar) ingresaba, pero se sabe qué pasó con Cruz, quien no es responsable, ni mucho menos, de la derrota ante Alemania, pero no parecía ser ese día el hombre indicado para liquidar el choque con los alemanes.

Más allá de todo lo sucedido, este equipo de Pekerman volvió a enamorar al público argentino, porque jugó por momentos un gran fútbol, por la "paliza" que le dio a Serbia y Montenegro y por el susto que le dio a Alemania, cayendo de pie y con mucha altura.

Desde el seleccionado que dirigió Alfio Basile que los argentinos no se sentían tan identificados con un equipo, por eso muchos reclaman la continuidad de Pekerman, algo que parecería complicado, sobre todo por los intereses externos que rodean la sucesión de "José".

Se terminó el mundial, con Italia campeón, con Argentina haciendo las valijas antes de tiempo y con las ilusiones de todos de que en Sudáfrica 2010 el fútbol le gane al miedo, para que los espectáculos sean dignos de una nueva espera de cuatro años.

(Télam, por Carlos Juvenal, enviado especial).

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