Junto a César Mendoza, otro de los siete jóvenes actualmente en la misma situación en todo el país, Nuñez sostuvo que los jueces que lo condenaron "no se fijaron ni como tenía la conducta, ni nada".
Nuñez, que vivía en Fuerte Apache, fue sentenciado a prisión perpetua a los 17 años por cinco homicidios calificados, ocho robos agravados, asociación ilícita y tenencia de arma de guerra, todos delitos cometidos a los 16.
Actualmente, con 27 años, reclama que se revise su condena y es uno de los denunciantes ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de las prisiones perpetuas aplicadas a menores.
"Sentí que me estaban matando en vida cuando me tiraron esa pena. Que no me dieron tampoco oportunidad a nada, a tener un cambio y eso fue lo peor porque tampoco fui escuchado por nadie", agregó.
Nuñez fue condenado por el crimen de un vecino del barrio porteño Mataderos ocurrido el 3 de octubre de 1996, que fue asesinado de un balazo en la nuca cuando llegaba a su casa junto a su esposa y su hijo de seis años.
También se lo declaró culpable del crimen de un automovilista cometido un mes después, cuando intentó robarle el vehículo, y del asesinato de un policía y de dos empleados de una empresa de seguridad.
"Cuando caí, trabajaba y estaba estudiando, pero me junté con un par de pibes y no sé si me dejé llevar, pero fueron pasando cositas que me fueron llevando hasta que el día de hoy terminé acá", señaló.
César Mendoza, también detenido en Devoto, es otro de los jóvenes condenados a perpetua en Argentina, único país latinoamericano que aún contempla este castigo para delincuentes menores de 18 años.
Mendoza fue parte de una célebre asociación ilícita que pasó a las crónicas policiales como la "banda del niño bien", liderada por Claudio Alvarez, un joven de clase media alta que vivía en el partido bonaerense de San Isidro.
"Las amistades llevan mucho a hacer cosas que uno no quiere, pero en ese momento uno no lo piensa y para ser popular llega a hacer cosas que no tiene que hacer. Capaz que ése es el motivo", justificó respecto de sus actos.
"Algunas veces los chicos tenían zapatillas Nike, gorrito y esas cosas y uno, de adolescente, soñaba con eso", agregó.
Mendoza, que vivía en el barrio La Cava de San Isidro, recordó que hasta antes de conocer al "niño bien", su madre limpiaba casas y él jugaba al fútbol y cuidaba a sus hermanos. Actualmente tiene 24 años y tres hijos, dos nacidos durante su vida en prisión.
El 28 de octubre de 1999 fue condenado a prisión perpetua por un homicidio calificado y cuatro robos cometidos en los restaurantes "Harry Cipriani", "Alkorta y Tagle", "Café de los Incas" y "Company", en este último, donde fue asesinado un policía.
"Yo sentía curiosidad, por eso me fui acercando al grupo. Yo iba a natación, jugaba al fútbol, estudiaba y trabajaba como caddy en el golf, pero todo eso me fue aburriendo y quería conocer otras cosas", afirmó.
En la actualidad, en el país rige un Régimen Penal de Minoridad sancionado en la última dictadura militar que establece que los menores que cometen delitos graves deben sufrir el mismo castigo que los adultos.
Por ese tema, hay abierta una causa ante la CIDH, a raíz de una denuncia presentada por la Defensora General de la Nación, Stella Maris Martínez.
"Nosotros hemos dotado de jerarquía constitucional a la Convención sobre los Derechos del Niño y sin embargo todavía no hemos adaptado nuestra legislación interna. Es una gravísima deuda pendiente", opinó la funcionaria, consultada por Télam.
El Ministerio de Justicia tiene en elaboración un proyecto de ley para fijar en doce años la pena máxima a aplicar a los menores y en caso de ser aprobado, se cerrarán las demandas contra el Estado argentino.
