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Grandioso regreso de Fito Páez a los pagos porteños

El cantautor rosarino Fito Páez protagonizó un espectacular retorno a los escenarios de Buenos Aires eyectando una verdadera fiesta de rock y pop ante cinco mil eufóricas personas de todas las edades que colmaron el mítico estadio Luna Park.
Páez interpretó siete de los once temas de su recientemente editado disco "Confía" y todo lo demás del inspirado show de más de dos horas que concluyó poco después de la medianoche del viernes se consumió entre un aclamado cúmulo de hits atesorados a lo largo de su dilatada carrera.

El estadio porteño de Corrientes y Bouchard se convirtió en la última media hora en una literal tribuna popular de fútbol en pleno festejo de un gol de antología, gracias a una seguidilla de superclásicos como "El amor después del amor", "Polaroid de locura ordinaria", "Ciudad de pobres corazones", "A rodar mi vida", "Dar es dar" y el último track, número 27, "Mariposa tecknicolor"

El momento de máxima excitación y emotividad se produjo cuando el protagonista bajó del escenario con micrófono móvil y recorrió casi todo el estadio al son de "A rodar mi vida", en el que la gente sacó los trapos y los revoleó con vigoroso entusiasmo y, sin ninguna actitud de histeria, acompañó los pasos del ídolo con respetuosas palmadas y algunos besos que Fito, tipo modesto y buenazo si los hay, no dejó sin devolver.

La cantante Claudia Puyó tuvo el privilegio de ser la única artista invitada, y muy adecuadamente aprovechó la ocasión al vivificar de manera especial las tres canciones en las que participó: "Circo beat", que puso a todos de pie y a los saltos, "El amor después del amor", con su rol de mayor protagonismo ya que no se limitó a coros sino a frontwoman, y "A rodar mi vida". De las nuevas composiciones, se destacaron "Tiempo al tiempo" -corta, seca, vibrante- la preciosa balada "London town" y "El mundo de hoy", una atrapante melodía que parece surgida del mejor pelaje de los años 60.

En cambio, pasaron sin grandes repercusiones "Confía", "Limbo mambo", "La ley de la vida" y "El mundo de hoy", seguramente a la espera de un mayor rodaje que las acerque y familiarice con sus fans, cosa que, tratándose de un ser tan carismático como Páez, seguramente ocurrirá. Son buenas canciones, pero de momento nada más.

Así como Charly García encontró la medida justa de su banda, pareciera que lo mismo aconteció con la que acompañó a Fito, ya que lució ajustada y armoniosa de principio a fin, exacta en su sincronización aun en los temas de mayor complejidad y muy acertada cuando tuvo que hacer cobertura de coros, rubro en el que sobresalió el experimentado cantautor y tecladista Juan Pablo Absatz.

A su lado también brillaron Diego Olivero en teclados, Coki Debernardi, Carlos Vandera y Dizzy Espeche en guitarras, Eloy Quintana en bajo y Gastón Baremberg en batería, sin olvidar el fantástico trabajo de luces que aportó Fernando Piedrabuena para que el evento tuviera su perfecto colorido.

Otros tramos de lucimiento llegaron junto a la épica "Al lado del camino", con guiños hacia Litto Nebbia, el flaco Spinetta y Charly García, las imbatibles baladas "Un vestido y un amor y "Cable a tierra", la bien heavy y extendida "Ciudad de pobres corazones", la potente y subrayada versión de "El diablo de tu corazón", la muy tanguera "Giros", la hiperquinética "Naturaleza sangre".

Y, desde luego, "Tumbas de la gloria", perlita de Charly que Fito describió como uno de sus temas favoritos, que mezcla acordes de Astor Piazzolla, melodías de Virgilio Expósito, brisas de Paul Mac Cartney, "y esa mente genial, prodigiosa y fabulosa de Charly".

Al mencionar al bigote bicolor, irrumpió otra de las incontables ovaciones que enmarcaron una noche de esas que dan ganas de que no terminen nunca jamás.

Por Adrián Villegas (DyN)

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