La cuenta regresiva era inminente hasta que a las 21.35 las luces del José Amalfitani dejaron de brillar y una voz anunciaba que entre nosotros, ahora sí, diez años después, estaba el artista del sello Columbia “Mr. Bob Dylan”. Y ahí salió el hombre junto a su banda, todos de riguroso traje country western y sin mediar palabra ni saludo Dylan se calzó su guitarra eléctrica dando inicio, como lo hace desde hace más de 20 años”, a su “Gira de nunca acabar” (Never ending tour) en tierras porteñas con los eternos acordes de “Rainy Day Women #12 & 35”, seguidos de “Lay, Lady, Lay” y “Watching The River Flow”.
Dylan empapó, a través de 18 canciones, a un público entregando el rock en “The Levee´s Gonna Break” para aterrizar en tierras bluseras con la balada “Workingman´s Blues #2”. Con Bob y su banda con los motores calientes y disparando recuerdos y emociones para lo más veteranos y un descubrir para los más jóvenes, llegó la primera sorpresa con “Just Like A Woman”, del disco Blonde On Blonde. La segunda fue una espectacular versión de “Highway 61 Revisited”.
Tras el segmento de guitarras, Dylan se acomodó de perfil a la multitud y se puso al mando de los teclados para interpretar el tema antibélico “Masters Of War”.
Quienes lo secundan es un sexteto libre y altanero, afianzado con los años en el contexto de ésta gira interminable y que pone a los músicos en alerta constante antes los vaivenes que propone Dylan. La banda la forman: Tony Garnier (bajo), George Receli (batería y percusión), Stu Kimball (guitarra), Denny Freeman (guitarra) y Donnie Herron (guitarra, violín, viola y mandolina).
Lejos de ofrecer un concierto basado sólo en sus grandes éxitos, el cantautor de Minnesota se amparó en burlarse elegantemente y con un virtuosismo excepcional de la audiencia deformando los inicios de las canciones que en los primeros minutos nunca se sabia de que tema se trataba, salvo para aquel experimentado fan acérrimo.
Por supuesto el clásico de todos los tiempos “Like a Rolling Stone” no faltó como también “Things have Changed”, canción con la que ganó el Oscar en 2000, y una impetración formidable en “Stuck Inside Of Mobile With The Memphis Blues Again” y “All Along The Watchtower”.
En su tercera visita a la Argentina, ya había tocado en 1991 en Obras y en 1998 como "telonero" de los Rolling Stones en el Estadio Monumental, el mítico músico y poeta dejó para el final “Blowin in the wind”, que como un padre, de varias generaciones, le da un consejo sabio a sus hijos de que “la respuesta está en el viento”. De pronto todo terminó, apenas levantó la mano en agradecimiento y se fue del escenario dejándonos versiones renovadas, nuevos fraseos y, lógicamente, su voz de garganta con arena otra vez clavada en la sien y huérfanos en éste sábado, ya de madrugada, pero sabiendo que sus canciones van a seguir soplando en el viento.
Luis Viviant
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