Parado sobre guardarraíl de la General Paz, Cristian Saldivia, de 40 años, agitaba una bandera argentina con sus manos y llevaba atada del cuello otra bandera que lo cubría por completo.
“Siento emoción, emoción y emoción porque yo no disfruté el partido. Ahora estoy disfrutando y estoy cayendo de lo que está pasando”, dijo a Télam el hombre mientras los autos y motos que pasaban tocaban bocinas.
“Vamos a tratar de saludar a los jugadores y después los seguimos hasta el Obelisco”, agregó Cristian, quien viajó desde San Miguel acompañado con sus hijas adolescentes y aguardaba que llegara parte del resto de su familia con sus siete hermanos.
“Uno es grande y la emoción se la aguanta pero ellas lloran y sufren todo junto. Es lindo que disfruten ellas”, continuó, mientras sus hijas agitaban a la par otras banderas celestes y blancas.
Diana Aregay, vestida con la camiseta del seleccionado, aseguró “Nos vinimos para acá a esperar a los jugadores. Yo quería ir a Ezeiza, pero no tuve quorum”.
“Nos enteramos que habían cambiado el recorrido y nos vino justo”, contó la mujer de 50 años que vive enfrente de la General Paz.
“No podía dejar pasar este momento, es algo único que no sabés cuando se puede volver a repetir”, aseguró.
Al costado de la General Paz, los grupos que llegaban se ubicaban con reposeras, lonas, heladeritas y equipos de mate para esperar al equipo campeón mundial dirigido por Lionel Scaloni.
Desde los autos estacionados bajo la sombra de los árboles llegaba la música de los parlantes que reproducían la canción que ya se hizo himno: “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar”.
