El partido en Bahía era una final, finalísima. Ambos se la jugaban para zafar del asedio.
De entrada, hizo un reconocible esfuerzo por ganar el local. Galván escalando por afuera, Rolle manejando los ataques y Bareiro con la mira enderezada fueron lo más interesante y productivo que mostró el equipo de De Felippe. Todo le duró diez minutos, en los que incluso convirtió un gol. Tigre, mientras tanto, dormía...
Decíamos en los relatos por FM 93.5 que el Matador estaba contenido. Faltaban socios para el juego, no había movilidad y todo se hacía cuesta arriba. Pero, poco a poco, Tigre abrió los ojitos, a partir de un inspirado Román Martínez y el buen acompañamiento ofensivo de Morales. Así, Tigre con dos golazos de Román Martínez empató y logró darlo vuelta. Luego, en una jugada poco afortunada, Olimpo nos empató.
Párrafo aparte para la segunda conquista bochinesca de Román Martínez. Si no lo vio, remítase ya.
El match fue dos a dos porque Stracqualursi dio changüí (sobró una jugada que pedía pase y era el gol de Telechea). Ojo. De contra, también lo pudo ganar Olimpo: se escapó Salóm al cual atoró Islas.
Salvando los pozos de sosiego en los que supo caer el encuentro, hubo ida y vuelta casi crónico, por lo que el empate resultó un score justo. Lo pudo ganar cualquiera, la mala puntería y el abuso de la falla en el cálculo para evitar el offside hicieron lo suyo, y así, el punto a Tigre le sirvió.
Yo me voy conforme: a esta altura, el equipo del Vasco mostró un camino y ganas de salir adelante. Confío en que Tigre no jugará la Promoción y me baso en tres columnas: La gente, que alienta como si no se viniera de varios torneos flojos, el nuevo técnico que está confiado en el fierro caliente que agarró y los jugadores que en cada partido salen con todo.
A ganarle a Colón, y a despedirse de los de abajo.
Por Leonardo Iglesias para elcomercioonline.com.ar
