En un documento titulado "El juego se torna peligroso", los obispos encabezados por el cardenal Jorge Bergoglio vincularon esa actividad con "el lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas, armas, personas".
La Iglesia expresó "inquietud y dolor por un flagelo creciente para muchas familias: la adicción al juego de azar", y reiteró "preocupación" porque "en todo el país se ha multiplicado la oferta del juego de azar, lo cual puede favorecer actitudes adictivas".
"Vemos como han proliferado los casinos, los bingos, unidos al fabuloso negocio de las máquinas tragamonedas, aun en cercanías a barrios pobres. También se han sobremultiplicado las cuantiosas ofertas de juegos de apuestas en locales de lotería". precisó.
También alertaron que "el fenómeno de las nuevas tecnologías, como Internet, hace emerger nuevas y cada vez más masivas formas de juego".
Los obispos enumeraron después las "graves consecuencias" personales, familiares y sociales que la adicción al juego conlleva, por lo que reclamaron al Estado "garantizar la protección integral de la familia".
Tras señalar que "el fin no justifica los medios", rechazaron que se diga que "un porcentaje de las actividades del juego es la fuente de recursos económicos para el sostenimiento de algunos planes sociales en sus diversos niveles nacional, provincial y municipal".
"Es bueno clarificar que un gran porcentaje de lo recaudado del juego favorece los bolsillos de unos pocos, y sólo una parte mínima se destina a ayuda social para los más pobres (muchos de los cuales han jugado con expectativa de ganar para 'salvarse'", aseveraron.
El Episcopado reclamó, además, que es necesario "pensar gradualmente en fuentes de financiamiento más adecuadas" y recordaron que el papel del Estado es "central en esta problemática", sobre todo para atender los efectos de esa adicción.
Exigió en este sentido que se regule "con transparencia la actividad del juego de azar con límites de horarios y lugares de funcionamiento, cuidando especialmente a los pobres".
"Es muy importante fortalecer la moral del pueblo y evitar toda sospecha de corrupción", insistieron los obispos.
Tras marcar que es "fundamental" el papel de la educación y prevención, señaló que "el adicto es un enfermo" al que hay que ayudarle a recuperar.
El Episcopado propuso, además, una campaña de concientización en las comunidades católicas sobre las graves consecuencias de la ludomanía, y llamó a reflexionar sobre "lo dañino y perverso de la proliferación de estas ofertas del juego, porque constituyen un serio obstáculo social, político, moral y cultural para erradicar la pobreza y promover el desarrollo integral de todos".