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Se detuvo el desarrolló nuclear: Argentina no instalará Atucha III y está en jaque la quinta central

El sector nuclear argentino, motor de industrias, empleo, desarrollo científico y tecnológico de punta y genuinamente nacional desde hace 70 años se encuentra otra vez en serios problemas.
Argentina planeaba comenzar a construir un reactor nuclear de tipo canadiense en 2018 con financiamiento chino, y luego un reactor totalmente chino que recibió el rechazo ciudadano en la provincia de Río Negro.

Ahora, por cuestiones presupuestarias el gobierno decidió que no se construirá Atucha III y de la otra aún no se tiene certeza de su realización en el futuro.

La industria de la energía nuclear se encontraba enmarcada en un programa de desarrollo que con esta definición detiene su ritmo.

Incumplimiento es el término que circula fuertemente en el sector, en el empresariado que acompañó el plan nuclear y en los agregados comerciales de diferentes embajadas.
No hay nada para festejar. La crisis del sector nuclear confirma una profunda crisis de gestión.

El suministro de energía es tan fundamental y los tiempos involucrados en el desarrollo de tecnologías de generación son tan largos que, desde el punto de vista de garantía del suministro, no es conveniente descansar para la generación eléctrica en fuentes derivadas solamente de los hidrocarburos: es conveniente tener fuentes diversas.

Los países deben entonces apuntar a tener una matriz energética diversa, con distintas fuentes de producción, incluyendo nuclear, para poder garantizar que se satisfaga la demanda de energía sin emisión de gases de efecto invernadero.

Con la culminación y puesta en marcha de Atucha II se recuperaron, sin lugar a dudas, las capacidades de la ingeniería nuclear argentina estancada desde la década de 1990.

Actualmente es un sector capacitado, experto, tecnológico y consolidado a nivel internacional. Motor del desarrollo nacional que se encuentra hoy enfrentando nuevamente la parálisis de uno de sus más importantes proyectos: Atucha III.
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Una situación compleja.
La Argentina, que preside el G20 este año, busca auxilio del FMI para estabilizar su economía sometida a fuertes presiones cambiarias, 17 años después de la mayor crisis de su historia.

Sabemos que los inversores financieros buscan siempre las plazas con mejor rendimiento y desde fines del 2017 el gobierno nacional comenzó a enfrentar mayor conflictividad social a medida que avanzaba en sus ajustes económicos junto a la aplicación de importantes aumentos tarifarios en los servicios públicos.

En este contexto, nuestro país refleja en su balanza comercial deficitaria claramente que uno de los principales componentes del saldo negativo es, precisamente, la importación de combustibles fósiles para generación eléctrica.

El propósito histórico de las petroleras multinacionales en el país ha sido importar petróleo contrario al interés nacional que es el autoabastecimiento. Un laberinto de intereses complejos largo de explicar.

La versión del “ajuste” no concuerda con la información que desde el inicio de su gestión -y hasta hace pocos días-, en diferentes escenarios nacionales e internacionales, el subsecretario de Energía Nuclear de la Nación, Julián Gadano, había expresado: “que el crédito -con una inversión total prevista de U$S 14.000 millones- para la realización de las obras tendrá un plazo de 20 años, con un período de gracia de ocho, por lo que se empezará a pagar cuando la planta ya esté funcionando”.

Es decir, se pagaría con recursos producidos por su propia venta de energía. Muchas preguntas se disparan desde esta perspectiva.

La Central Atucha III, que originalmente iba a construirse en el 2016, sufrió un retraso por “revisiones contractuales” para el segundo semestre del 2018, e iba a ser emplazada en la localidad bonaerense de Lima -donde ya el Estado Nacional expropió y adquirió una gran extensión de hectáreas de tierras lindantes a las otras Centrales Nucleares- ahora se ha paralizado.

El incumplimiento con China, la insensibilidad con todo el personal involucrado y la improvisación con el empresariado argentino podría ser el rumbo gubernamental de acá en adelante.

Pareciera que no se han mensurado acertadamente los daños colaterales de la onda expansiva de un incumplimiento de esta naturaleza con semejante socio comercial.
La sangría vendrá por otro lado. Hay que tener conocimiento que los swaps de yuanes a disposición del Banco Central siguen representando un porcentaje importante de las reservas actuales.

Insensibilidad, pues ahora el proyecto se ha abandonado.

Desatendiendo así los costos que se invirtieron en muchas horas hombres realizando trabajos preliminares de ingeniería.

Nucleoeléctrica Argentina conformó equipos profesionales altamente especializados en su rol como propietario y arquitecto ingeniero, que llevaría adelante el pre proyecto, el diseño, la supervisión de la construcción, puesta en marcha y operación de la nueva central.

Por su parte, la compañía china CNNC proporcionaría equipos, bienes y servicios, además de materiales que requiriera la industria argentina para fabricar localmente componentes destinados al proyecto.
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Improvisación e interrogantes.
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¿Dónde reubicarán al personal de planta especializado que hace años viene trabajando en este proyecto? ¿A qué se dedicarán ahora? .

¿Quién tendrá el ánimo de ir a su oficina sabiendo que el tiempo de su vida dedicada a esta obra ya dejó de tener sentido? .

Improvisación porque se estimaba que entre el 40 y 50 por ciento de sus componentes iban a ser construidos en el país.

Argentina estaría a cargo de la contratación de la obra civil, la cual sería 100 por ciento nacional, al igual que la ingeniería, el montaje, y gran parte de los materiales.

Asimismo, la mano de obra iba a ser nacional en su totalidad y se generarían aproximadamente 5.000 puestos de trabajo.

En cuanto al resto de los insumos y materiales extranjeros, iban a ser los que exclusivamente no se pudiesen fabricar en el país.

Además, se elaboraría localmente el agua pesada y el combustible nuclear necesarios para su funcionamiento.

Esta situación iba a permitir tener el ciclo completo de combustible en forma local, sin necesidad de importarlo. La Argentina tiene una tradición de décadas en el ámbito nuclear que sitúa al país en un grupo selecto.

Eso mismo ha generado proveedores de calidad que se quedaron sin mercado.

Hoy todas las partes están sorprendidas por esta situación que ha generado mayor desconfianza en otros negocios de infraestructura: ¿qué pasará con el mega-proyecto estratégico para la logística del Ferrocarril San Martín -una inversión por U$S 2.400 millones, a cargo de la empresa la china CRCC?-, ¿con el proyecto del Belgrano Cargas, con la firma China Machinery Engineering Corporation (CMEC)?, ¿las Centrales Hidroeléctricas de Santa Cruz -Cóndor Cliff y La Barrancosa-, que no cumplieron en los plazos esperados?, ¿la estación espacial de China en Neuquén - se trata de un proyecto de avistaje lunar que marcará un hito en la historia aeroespacial de Beijing-?, o el Parque Solar Cauchari de Jujuy, con crédito acordado con el Ex Im Bank chino, entre otras.

¿Cómo se reconfigurará el panorama teniendo en cuenta que varios de los acuerdos contienen cláusulas de cross default, es decir, si se suspende una de las obras pactadas, se caen también todas las demás?.

¿Dónde encajará la posibilidad de que en los programas PPP para corredores viales y tendidos eléctricos que impulsa la Casa Rosada haya inversores chinos como ya lo manifestaron?.

(*) - Director ejecutivo de CEDyAT, el Centro de Desarrollo y Asistencia Tecnológica.
(Especial para NA, por Fabián Ruocco*)

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