A la gran expectativa y ansiedad que se respiraba en el ambiente antes del show, que contó con una muy buena organización, hubo una contundente respuesta de La Renga, que entregó un generoso setlist, con 28 canciones, a un ritmo que no permitió descanso.
Sin lugar para sutilezas, el trío conformado por Gabriel Chizzo Nápoli, en guitarra y voz; Gabriel Teté Iglesias, en bajo; y Jorge Tanque Iglesias, en batería; echó mano a su receta de rock duro, con un sonido estridente, en una seguidilla que no dejó lugar para momentos calmos, ni matices sonoros.
Apoyado en una base elemental, precisa y, por momentos, reiterativa, Nápoli se posicionó como un héroe de la guitarra, con sus power chods, sus riffs, distorsiones y sus filosos punteos, que cayeron en numerosos pasajes en lugares comunes.
Sin embargo, ese pareciera ser el gran reclamo de una concurrencia que, de antemano, reclamaba con cánticos al grupo que vaya al frente y ponga huevo.
En este sentido, los aportes de saxo y armónica de Manuel Varela también resultan repetitivos por su abuso y sólo la intervención de la sección de vientos Las cucarachas de bronce logró romper esa monotonía, con su cuota de soul.
La tensa espera como si se estará ante un definitorio partido de fútbol parecía condensar los diez injustos años en los que se impidió de manera constante la presencia de La Renga en reductos porteños, por lo que la irrupción de la banda en escena a las 21.30 fue como un gran grito de desahogo.
Corazón fugitivo y Nómades rompieron diez años de silencio, en un clamor en el que la voz de Chizzo literalmente se fundió con las de las 39.000 personas estimadas.
Mi Buenos Aires querido, tanto tiempo. Por fin, después de tantas idas y venidas, acá estamos, exclamó el cantante, quien agradeció hasta el infinito el aguante recibido en todo este tiempo.
Quizás, la emoción de lo que este show significaba sea la prueba más clara de que no había lugar para sutilezas y que sólo importaba la comunión con ese público que tan identificado se siente con esas historias en donde abundan ángeles caídos.
Casi sin respiro, se sucedieron temas como El twist del pibe, Circo romano, Poder Y Panic show, estos dos con Nacho Smilari como invitado, Oscuro diamante y Tripa y corazón, entre varios clásicos.
En esta seguidilla, cabe destacar el clima alcanzado con La balada del diablo y la muerte, un intenso momento logrados por el dramatismo en su interpretación y por la acertada intervención en armónica de Varela.
Arte infernal, Oportunidad oportuna, La razón que te demora y El final es en donde partí marcaron el final del show, antes de los bises, en donde desfilaron Ser yo, Reite, El viento que todo empuja, con sus aires reggae, y Hablando de la libertad.
Vayan tranquilos, pidió Chizzo, quien auguró que el buen momento vivido en el concierto sea tema a la hora de los fideos en el almuerzo dominical, un reclamo que, junto con el gran operativo de seguridad montado, dieron cuenta de la importancia que se le dio a que el encuentro no presente fisuras.
La Renga volverá a presentarse en el Estadio de Huracán el 2, 5 y 9 de agosto