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El miedo a ganar se volvió a adueñar de Argentina y de Martino

El miedo a ganar se volvió a adueñar de Argentina y de Martino
Pasó otra vez, por tercer año consecutivo, por tercera final en fila, y lo único que se viene a la cabeza, por encima de cualquier análisis táctico, es que el miedo a ganar se volvió a adueñar de la Selección argentina.
Porque estos 120 minutos frente a Chile, en el imponente estadio Metlife de Nueva Jersey, fueron extremadamente parejos, con vaivenes de dominio y sin poder romper el cero en los arcos.

Pero hubo momentos para intentar hacer algo más, esos movimientos que si salen mal, todo el mundo te critica, pero si te salen bien, te hacen quedar en la historia.

Dentro de la mochila que significa ser jugador o entrenador de la Selección argentina, hay un ítem indispensable que es el de tomar decisiones y en eso falló la Argentina este domingo 26 de junio.

Desde la clarísima ocasión de Gonzalo Higuain mano a mano con Bravo, pasando por la infantil expulsión de Marcos Rojo -sin necesidad de ir tan fuerte desde atrás con el nivel de compensación en rojo para el árbitro Lopes- hasta la falta de reacción desde el banco de suplentes para tomar algún riesgo ofensivo.

Porque en el segundo tiempo de la etapa regular, Argentina sufrió ante Chile, le costó demasiado encontrar conexiones internas que lleven a adelantarse en bloque y agarrar mal parado al rival, como había pasado en el primer partido de la Selección en esta Copa.

Esa delgada línea entre el miedo a ganar (o a perder, dependiendo desde la óptica que se lo quiera enfocar) se adueñó otra vez de la Argentina en ese momento clave, que vuelca de uno u otro lado la balanza.

Ni una convención de psicólogos podría en este momento pararse frente a este grupo de jugadores y encontrar un por qué.

Será hora de reposicionarse frente a un grupo más que golpeado, de hablar de ciclos cumplidos para otra generación que se irá con las manos vacías de la Selección argentina -salvo las dos medallas doradas en los Juegos Olímpicos de 2004 y 2008- y de responder preguntas.

Futbolísticamente, Lionel Messi estuvo a la altura, por momentos muy solo, aislado y desconectado, con pocas lagunas, y un desequilibrio al que le faltó un interprete.

Argentina, otra vez, se fue con las manos vacías... (Por Diego Provenzano, especial de NA)

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