El descubrimiento, hecho en abril pasado, abre una nueva ventana al estudio del calendario maya. El nuevo ciclo estuvo asociado con el ritual de "taladrado" de fuego, dedicado al dios zarigüeya o tlacuache.
"El Ciclo-63 es una especie de eslabón perdido, de engranaje que faltaba. Se conocían otros (ciclos): de siete, nueve y 819 días", señaló Bernal, miembro del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas, en un comunicado difundido por la UNAM.
Según el especialista "esos números no fueron un capricho de los mayas, eran sagrados: creían en la existencia de un supramundo o región celeste, con 13 niveles; de una (región) terrestre (la nuestra), con siete estratos, y un inframundo, con nueve niveles", explicó el epigrafista.
Bernal indicó que el Ciclo-63 no fue registrado con frecuencia por los mayas y dijo que ello explica por qué pasó desapercibido en otros análisis.
"No había tantos elementos, pero la reconstrucción de los tableros, particularmente del Este, dio la pista para llegar a este periodo que explica cómo los mayas construyeron otros factores numéricos de tipo calendárico", indicó.
"Como descubrió en 1943 el investigador inglés Eric Thompson, 819 era el resultado de la multiplicación de tres cifras sagradas: 9, 7 y 13; hoy se sabe que no es de manera serial, sino segmentada, es decir, 9 por 7, y luego 63 por 13", añadió.
El investigador afirmó que el nuevo hallazgo evidencia que el calendario maya aún tiene aspectos "insospechados" por descubrir.
"Todavía existen relaciones numéricas entre fechas que delatan la existencia de otros ciclos que no conocíamos; eso es quizás lo más importante de este descubrimiento", afirmó.
Bernal también aclaró que el trabajo realizado es parcial. "Es posible que encontremos reconstrucciones de más fechas y acontecimientos" en el marco de la amplia tarea que se realiza en Palenque para "la reconstrucción general de la histórica dinástica de esta emblemática ciudad del periodo Clásico Maya", afirmó.