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El Cirque Du Soleil comenzó con su serie de presentaciones en Vicente López

El Cirque Du Soleil comenzó con su serie de presentaciones en Vicente López
El Cirque du Soleil debutó anoche con su espectáculo Varekai, y demostró ante el público que por encima del boato, la espectacularidad innegable y la magia, las fallas humanas existen. Varekai se ofrece en la carpa (2.500 localidades) erigida en el Complejo al Río, ubicado en Bartolomé Cruz y Laprida, localidad de Vicente López.
Así, un miembro del equipo de brillantes acróbatas vestidos de dorado que mantienen en vilo al espectador puede tener un traspié y caer hacia el costado, un chico en edad escolar que lanza a lo alto una suerte de boleadora con cuencos puede no llegar a alcanzarla antes de que caiga y a un hombre que hace prodigios con pelotitas lanzadas y recibidas en su boca la ley de gravedad le juega en contra.

El resultado es que la prueba se repite, no más de una vez, y sale perfecta: es la ley del circo, y además confirma que esos seres condenados a la perfección que se juegan noche a noche en la pista son personas que acusan nervios e imperfecciones, como cualquier hijo de vecino.

Eso no obsta para que el nuevo show del circo itinerante más importante del mundo que llega por cuarta vez a la Argentina- deje de provocar admiración, adrenalina, adhesión a los ejecutantes, simpatía y goce por tanta magnificencia fríamente calculada.

Con menos integrantes que en otras oportunidades (aunque igualmente el elenco es muy numeroso), Varekai, palabra del idioma de los gitanos que significa en cualquier lugar aporta su cohorte de seres mitológicos, animales de toda especie, gnomos, individuos muy buenos y otros malísimos.
La línea narrativa es mínima y podría ser cualquier otra, pero aquí lo que hay es un fauno jugado por un clown veterano y muy cómico- empeñado en favorecer los amores entre una especie de ángel de largas alas que llega del cielo (¿Icaro?) y una ninfa que emerge de las profundidades.

El es un experto volador que hace delicias con sus juegos en una red vertical que toma varias formas y ella una contorsionista que sobrecoge al público con unos ejercicios en que muchas veces parece tener la cabeza o cualquier parte de su cuerpo donde no debería estar.

Contrariamente a otros espectáculos del Cirque du Soleil, Varekai apunta mucho al humor quizá porque su creador en 2002, Dominic Champagne, es un director teatral debutante en la empresa- y menos a la melancolía, como sucedía en Saltimbanco, su primera incursión rioplatense.

La función comienza con un dúo de animadores un hombre y su pareja, una rubia entrada en kilos, lo que habla de no discriminación en el staff- que interactúan con el público y van calentando el ambiente con calculadas improvisaciones.

Ese dúo se transforma luego en un mago y su ayudante, que mezclan ilusionismo con franca hilaridad y luego él es un crooner que canta una canción de Edith Piaf mientras corre tras los seguidores de luz que le son esquivos.

Hay también un dúo masculino que realiza unos bellísimos y arriesgados vuelos bajo la gran cúpula, chicas capaces de cualquier pirueta sobre varillas clavadas en el suelo, muy buenas voces de los solistas mayores hombre y mujer-, trampas que se abren en el piso y lanzan humo y mecanismos para que el espectador no logre discernir cómo aparecen y desaparecen objetos de utilería entre un cuadro y otro.

Como siempre, el Cirque du Soleil apunta a la androginia y no siempre se sabe, tampoco interesa mucho, a qué género pertenece algún intérprete, porque las mutaciones son muchas, las máscaras son asombrosas y el vestuario es sencillamente espléndido.

Otra de las garantías que ofrece la institución es el gran despliegue tecnológico en luces, sonidos -aunque en la primera noche hubo dificultad para escuchar esos diálogos en lengua ficticia- y efectos digitales, de los que no se podrá olvidar ese juego de luces fantasmas que recorren el recinto al abrir la segunda parte.

El Cirque du Soleil es un fenómeno que ocurre cada dos años y repite ceremonias de consumo que comienzan mucho antes de la función en enormes galerías comerciales aledañas a la carpa central, donde se puede adquirir a precios casi siempre muy altos toda clase de merchandising, desde DVD, remeras, afiches, llaveros, fotos y una lata de pochoclo con el logo del circo a módicos 60 pesos.

Lo que es muy caro es el programa de mano, una edición de lujo, con tapa dura que se vende en los stands a 100 pesos y donde figuran los detalles del Cirque y de Varekai, sin el cual el espectador desconoce por completo los nombres y virtudes de quienes va a aplaudir.

De todos modos, cada llegada del Cirque du Soleil es un acontecimiento artístico que hay que ir a ver obligatoriamente para no quedar fuera de las conversaciones sociales, porque como competencia de otros medios de esparcimiento incluso los digitales- en el siglo XXI el circo sigue vigente.

Varekai se ofrece en la carpa (2.500 localidades) erigida en el Complejo al Río, ubicado en Bartolomé Cruz y Laprida, localidad de Vicente López, hasta el domingo 23 de septiembre.(Télam)

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