Desde temprano, los hinchas se encargaron de decorar las gradas del estadio de celeste y blanco y taparon, por unas horas, el rojinegro habitual de la casa de Colón.
Hasta en un entrenamiento previo al partido, los simpatizantes entraron por la fuerza a una práctica, que era a puertas cerradas, para expresarle a sus ídolos su apoyo y agradecerles por volver a jugar en el interior del país.
La noche estaba revolucionada con la presencia del seleccionado, pero con el correr de los minutos del partido, esa euforia se fue apagando y los rostros de desencanto no tardaron en llegar.
A cinco minutos de finalizar el encuentro, desde una de las cabeceras comenzó a escharse el famoso grito "Pongan huevos que no juegan contra nadie", pero no pudieron los hinchas modificar el rumbo del partido.
Hasta se pidió por Maradona, al comparar lo que brindaba aquél equipo de Diego con este pobre presente de los dirigidos por Sergio Batista.
Santa Fe vibró con el seleccionado, pero terminó decepcionado con la imagen de los jugadores y le demostró que de esta manera la llama de ilusión de cada hincha con la albiceleste se va apagando.