Tristemente se le evaporó rápido a Boca la intención de entrar en una futura competencia sudamericana, como también a River, que no obstante carga con la cruz de los promedios que lo tienen en zona de promoción y sin sacarle puntos a sus rivales directos por la permanencia.
Frases de respaldo o silencios enigmáticos envuelven a los dirigentes en torno a la continuidad de los entrenadores. El destino que marque este partido singular puede derivar en cambios de conducciones. Habrá que ver el desarrollo del choque del martes 16 en el Monumental y eventuales contundencias, si las hubiere, aunque el resultado puede bastar para que haya una salida de un timonel.
Angel Cappa, el tácito patentador del tiki tiki en Huracán sigue intentando imponer esa franquicia en River, pero hasta hora le resultó en vano. Ni victorias (siete partidos sin ganar, entre ellos dos con derrotas) ni juego que siquiera se aproxime a aquel juego de pase y desmarque que enarboló aquel Huracán de poco más de un año atrás.
Claudio Borghi no le va en zaga. Cacheteada la ilusión de entrar a una copa, por hache o por be, el equipo no hace pie. Gana un partido y pierde dos. Más allá de que a Juan Román Riquelme no se le puede pedir más después de medio año sin jugar, necesita mucho más que a su adorado enganche para hacer de este Boca con todos los jugadores que pidió un equipo al menos sólido.
A ambos, al menos para este Apertura, les queda solo el superclásico como meta, aunque saben que en los seis meses siguientes deberán seguir haciendo cuentas todas las semanas.