Acompañado de su guitarra y con su harapo de siempre Pla se hizo dueño del escenario e inició su periplo con Sargento Pérez, la historia de un policía que es asesinado por un comando terrorista feminista que se reúne en salones de peluquería para pasar, sin punto intermedio, a la romántica y fatídica Corazón, que cuenta como a una persona se le salía el corazón del cuerpo por la noches para ir al puente de los suspiros.
Luego se introdujo en los temas de La Diferencia donde, a veces apoyado en el playback, paseó por ritmos festivos, taberneros en Bon nit (Buenas noches, en catalán), la ranchera hasta llegar al rock duro con Malos pensamientos y la rumba en Ciego.
El catalán con su estrionismo, sus miradas entre santo y diablo como un niño que sabe que está cometiendo travesuras y le gusta hacerlas volvió a conquistar al público argentino, y sobre todo volvió a reafirmar que su magnetismo sigue intacto con sus canciones de amor, de desgracias, de odio y de drogas. Y se fue como llegó, entre el público y desapareciendo entre la sombras como un duende.
Luis Viviant
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