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Cae un hombre por un doble crimen mafioso de hace 3 años en San Fernando

Hace poco más de tres años, a fines de junio de 2006, la Policía se enfrentó a un crimen que no dudó en calificar de "mafioso". El cuerpo de Adrián Ferrara (34) apareció en un barranco de Virreyes, en San Fernando. Lo habían fusilado y tirado allí. Un día después, su pareja, Marcela Valdéz (19), fue encontrada desangrada de 50 puntazos en el coqueto chalet que ambos compartían en Luis Guillón, a su lado, llorando desconsolado y hambriento, estaba su bebé de 10 meses.
Por entonces se especuló con que detrás de los homicidios estaba la mafia de los autos robados. Según pudieron establecer ahora los fiscales de Lomas de Zamora Mariano Leguiza Capristo y María Delia Recalde, el caso escondía algo mucho más complicado: el robo y venta de medicamentos oncológicos y para el tratamiento del HIV.

Ese negocio hizo que Ferrara -con varios antecedentes por robo- viviera como un millonario, y también que despertara recelos entre sus subordinados. De acuerdo al planteo de la Justicia, uno de ellos, Fabián Ariel Martínez (28), decidió matarlo para ocupar su lugar y porque pensaba que no repartía los botines equitativamente.

Martínez, se supo ayer, fue detenido la semana pasada en la ciudad de Colón, Entre Ríos. "El se presentaba como sicario. Le seguimos el rastro por el Norte y el Oeste bonaerense, finalmente se escapo a Colón porque lo buscaban por un secuestro extorsivo", explicaron a Clarín fuentes del caso.

Al momento de ser detenido, Martínez tenía encima dos pistolas 9 milímetros, una ametralladora y una escopeta, por eso quedó acusado en Entre Ríos de "tenencia ilegal de arma de guerra".

"Ferrara lideraba una banda que asaltaba droguerías, robaba medicamentos caros y luego los entregaba a un contacto que les cambiaba la caja (por el número de lote) y los reingresaba en el mercado", contaron fuentes de la investigación.

Todo esto se lo contaron a la Justicia varios testigos de identidad reservada. Algunos de ellos, incluso, integrantes de la banda actualmente presos por delitos contra la propiedad y secuestros.

"Ferrara contaba con un contacto, un 'entregador' que le pasaba los datos de las droguerías. Este contacto, según testimonios, tenía llegada al Ministerio de Salud de la Nación", agregaron las fuentes, y detallaron que un segundo "contacto" (luego muerto en un accidente de tránsito) lo ayudó a armar la banda tipo comando de unas cinco o seis personas.

Los robos a las droguerías, muchas ellas de Capital Federal, eran de manual: llegaban en una combi blanca que cruzaban en la puerta de la droguería; entraban armados, reducían al personal, los ataban con precintos y escapaban con una o dos bolsas llenas de medicamentos oncológicos o contra el HIV.

Con los datos que se obtuvieron en el expediente del doble homicidio ya se giraron testimonios a cinco fiscalías donde tramitan distintos robos a droguerías.

Según las fuentes consultadas por Clarín, Ferrara no se encargaba de reingresarlos al mercado sino que los vendía al contacto que le había pasado el dato, quien se encargaba de camuflarlos para venderlos como legítimos.

Siempre según las fuentes judiciales consultadas, el negocio le había dado a Ferrara el suficiente dinero para comprarse un Xsara Picasso 2006, una moto Yamaha de lujo, una moto de agua y alquilar una casa con pileta y jacuzzi.

"Ferrara era un tipo 'inteligente', un perfil totalmente distinto al de Martínez, que le tenía recelos por dos cosas: por un lado se sentía despreciado por Ferrara, y por otro veía que éste vivía mucho mejor que él", definieron las fuentes consultadas.

Si el planteo que tienen los investigadores es el correcto, la venganza de Martínez fue brutal. Los forenses determinaron que Marcela Valdéz fue torturada durante horas: le pusieron un cinturón al cuello y la fueron pinchando con un cuchillo al punto de que la mujer murió desangrada sobre su cama.

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