Muchos descreen todavía del talento boxístico del “Huracán” (aunque hace rato que resulta difícil hacerlo) y argumentan que nunca enfrentó a rivales de jerarquía. O al menos así era hasta la medianoche del sábado.
En el último espectáculo que brindó en la ciudad balnearia de Puerto Madryn, el ídolo local reafirmó la enorme jerarquía que le permitió conservar su título como visitante absoluto en Italia (en dos ocasiones), Francia (tres veces) y España. El último sábado, a más de seis años de su coronación, Narváez brilló en todo su esplendor ante el monarca estadounidense Rayonta Whitfield, el número uno del ránking, consiguiendo inclusive un nocaut memorable.
Hacía dos temporadas que el argentino no conseguía un triunfo tan contundente (el último fue ante el nicaragüense Marlon Márquez, ya que en 2008 el español Iván Pozo decidió abandonar el pleito sin estar sentido) y esto no sólo habla muy bien de su preparación atlética.
En la previa del trascendental duelo, el patagónico afirmó que su mano izquierda –su puño fuerte, el mismo que se había lesionado en un accidente motociclístico-, estaba “ocho o nueve puntos para boxear”, y Whitfield puede verificar que es cierto.
Tal vez ahora, a los 33 años, al gran campeón le haya llegado la hora de incursionar en el mercado norteamericano. Su representante, Osvaldo Rivero, y el presidente de la OMB, el puertorriqueño Francisco Valcárcel, ya trabajan en ello.
Ese es Narváez. Como lo dijo alguna vez Osvaldo Bisbal, máximo dirigente de la FAB, “Narváez reúne en una sola persona disciplina, potencial, deseos de auto superación y caballerosidad deportiva”. Todo un modelo para los pugilistas argentinos del nuevo siglo.
