“El conversar hace que defendamos nuestra calidad de vida, nos enlaza unos con otros y el café, aunque parezca algo trivial, guarda formas de comunicación, pequeñas ceremonias que crean el ambiente de diálogo. Y por eso la adoración de los porteños por el café, porque nos sentamos y disfrutamos del momento”.
La poeta, en tono coloquial y ameno, conto de su paso por la ciudad estadounidense de Nueva York que el instante del café “no se disfruta, se lo bebe a las corridas y en un vaso de tergopol, eso aquí es inconcebible y menos sin nuestra tacita de cerámica, al mozo se lo miraría feo si lo trae en tergopol”.
Destacó, también, que “la lengua es espontanea y cambiante. Ninguna Academia se puede atribuir normar al lenguaje” porque cada sector social, cada pueblo tiene sus características que lo hacen único. Y aseguró que “ser correctos es una forma vulgar de hablar, porque “la gente bien” habla mal y la que no se expresa apropiadamente. Esto se ve muy claro a través de los medios de comunicación, donde la palabra, y sobre todo la mala, se vulgariza”.
“No se trata de sancionar a las palabrotas”, subrayó Bordelois, sino que su uso reiterado disminuye su capacidad, se desgasta y se vuelve ineficiente. “Lo que hay que buscar es embellecer la palabra, tener contacto y libertad con ellas. Son simples herramientas que tienen un peso propio y señalan un mundo misterioso”.
La autora de “El país que nos habla” afirmó, en la conferencia organizada por la Asociación Médica Argentina, que “el lenguaje no es un instrumento, algo que se aloja fuera de nuestro cuerpo, sino que es una instalación que llevamos a todos los sitios y nos define como especie”.
También criticó al periodismo que utiliza palabras sin saber su origen y expuso el ejemplo de adicto, “que la emplean para aquella persona que tiene un problema con las drogas y no es así. Un adicto, del latín addictus, era un esclavo de otro individuo que era ofrecido en subasta por los romanos”.
Con pena dijo que “la televisión acabó con el deseo de conversación en la mesa familiar, y esto afecta a los adolecentes porque al desaparecer la conversación se acaba con la intimidad, la verdadera amistad”, pero no reniega de las nuevas herramientas de comunicación como el chat en la que reconoce que el lenguaje sufre un achicamiento y un cambio vertiginoso, pero agregó que “no hay que ser tan severos”, reconoció, “por una vez que los chicos mueven las neuronas, pero sé que hay un límite con el chat, recordemos que estamos en una sociedad urbana y no es lo mismo hablar entre amigos, que conversar con un jefe de personal. Ahí está el riesgo del chat”.
Entre pros y contras del lenguaje que está siempre en una evolución constante, Bordelois pide que haya un respeto por la palabra, testificó que está viva en Argentina y “nosotros, el pueblo, la gente tenemos el deber y el derecho de defender el lenguaje” y aseguró que “Las palabras no nos la pueden quitar sin nuestro consentimiento”.
Luis Viviant
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