El 7 de noviembre de 2001, cuando la formación circulaba por la localidad bonaerense de El Talar, y la por entonces menor de edad se hallaba sentada junto a una ventanilla rota que no podía cerrarse, una piedra arrojada desde el exterior le golpeó el pómulo y el ojo derechos.
En primera instancia, la justicia consideró que los hechos no estaban probados, pero la madre de la víctima insistió en que las heridas no se hubiesen producido si la empresa hubiera tomado los recaudos correspondientes.
Los camaristas Hugo Molteni, Jorge Escuti Pizarro y Ricardo Li Rossi, en cambio, entendieron que "el accionar de inadaptados sociales... podría impedirse colocando cercos de alambre tejido a una distancia prudente de las vías o asegurando que las ventanillas sean lo suficientemente idóneas para impedir que cualquier proyectil entrara en los vagones".
"El transportista asume la obligación de llevar al pasajero sano y salvo hasta el lugar de destino, puesto que ésta es una consecuencia virtual del contrato celebrado. Si en el curso de un viaje aquél sufre un daño, por ello sólo queda comprometida la responsabilidad del transportador", añadieron.
Los jueces concedieron un resarcimiento de 11 mil pesos, pese a que la madre de la víctima reclamaba 50 mil, pues consideraron que las heridas sufridas no fueron de consideración.
